miércoles, 8 de febrero de 2012

sábado, 4 de febrero de 2012

Mi 'show business' por el asombro de un niño

Mi 'show business' por el asombro de un niño

Por: Elisa Silió 04/02/2012http://www.blogger.com/img/blank.gif


http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2012/02/mi-reino-por-el-asombro-de-un-ni%C3%B1o.html#comments


Hace año y medio el exitoso guionista y productor John Stephens (1973) dejó la televisión. Y todo para centrarse en la literatura infantil de la que tanto ha disfrutado en sus casi 40 años. "Trabajaba en Gossip Girl y un día que salía de los remolques de los actores en Nueva York siete adolescentes con cámaras me preguntaron: ¿eres alguien? Y me dije, basta tienes que dejar este show business. Me cuestioné la existencia", cuenta. Así que Stephens ya no vive en la cool ciudad de los rascacielos. sino en California donde da vueltas a la segunda parte de su trilogía Books of the Beginning, en la línea de clásicos como Las Crónicas de Narnia. El atlas esmeralda, su primer volúmen, lo publica Montena en España.


Quién mejor que Stephens para comparar las ficciones televisivas y la literatura. Se sorprendió al encontrar más similitudes de las que esperaba. "Un show tiene que durar 42,5 minutos, un formato muy estricto y ante un libro dices: 'por fin la libertad'. Pero, aunque cuentes con más tiempo, los principios básicos de necesidades dramáticas se aplican siempre. Hay lo que llamo 'el hilo de la necesidad'. Te puedes expandir hablando de sus emociones, pero no puede haber divagaciones sin sentido".



A los personajes de un lado y otro arte les une también la necesidad de un deseo, "porque es es lo que crea el drama". La televisión le enseñó a fraccionar. "Cada temporada tiene de 24 a 26 capítulos y hay que saber a dónde quieres llegar e ir creando pequeños clímax. Y eso pasa con los capítulos de los libros. En Las chicas Gilmore aprendí a hacer de lo pequeño e íntimo, una pelea con tu madre, algo grande, y de lo grande, una muerte, algo pequeño. Y eso pasa en El atlas: una aventura fantástica y la relación entre los hermanos".



Con Gossip Girls a sus espaldas uno imagina a Stephens escribiendo un libro desenfadado para adolescentes obsesionadas con el lujo y la moda, en la línea de Monster High o Ghost Girl, pero nada más lejos de la realidad. El átlas está poblado de brujas, ogros y enanos en un reino perdido y siniestro en el que se adentran tres hermanos en busca de un libro mágico. "Grabando Las chicas Gilmore se habló de escribir un libro así, pero con hacer los guiones ya tenía suficiente. Así que se lo ofrecieron a otro", recuerda.

El dominio televisivo de las estructuras narrativas ha permitido a un escritor novel a atreverse con un argumento con saltos en el tiempo. "Muchas veces me he preguntado: ¿por qué lo he hecho? Te retuerce la mente. En mi oficina tengo desplegado un croquis en el que apuntaba cada vez que uno de los personajes volvía de un viaje uno para que todo encajase". Stephens diferencia tres tipos de viajes. "La teoría múltiple: cada vez que vuelves creas una nueva línea en el tiempo; la que aparece en El prisionero de Azerbayán, en la que cuando retornas sigues la misma línea temporal, y la tercera, que he usado yo, que es como en Regreso al futuro. Hay un único río y cada vez que vuelves cambias el curso de la historia totalmente. Sólo el que sufre el viaje recuerda lo anterior, al resto se les borra la memoria".

Stephens abandonó el show business sin jugársela, tras haber pasado los últimos años escribiendo de madrugada y sin contarlo. Tan sólo su mujer sabía qué se traía entre manos. El atlas fue muy bien recibido por las editoriales, tanto que arrasó en la Feria del Libro Infantil de Bolonia antes de haberse publicado en Estados Unidos: los derechos se vendieron a 36 lenguas. "Le dije a mi editor: '¿Qué es Bolonia?'. Desconocía que es la feria de libro infantil más importante del mundo".


Pese a que El atlas, de gran calidad, fue libro Amazon de abril, y arrancó como 4º en ventas en su país su repercusión no ha sido tanta como la esperada. En otoño saldrá en Estados Unidos el segundo volúmen. "Habrá más personajes y sentimientos. Será divertido, en otra parte del mundo, una historia bifurcada, sin tantos viajes en el tiempo". Y, como superventas que se precie, merodean las grandes productoras de cine. "Si vendes los derechos pierdes el control y hay tantísimos ejemplos de películas horrorosas... La película de Eragon destruyó el libro, Stephenie Meyer recompró los derechos… No los cederemos hasta que el segundo tomo. De esa forma tendríamos más poder y responsabilidad". El guión, claro, suyo.

jueves, 2 de febrero de 2012




Wislawa Szymborska:

Despedida de un paisaje

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

De "Fin y principio" 1993
Versión de Gerardo Beltrán

Cogemos el cuento. Lo abrimos. Primera página. "Érase una vez...".

Cogemos el cuento. Lo abrimos. Primera página. "Érase una vez...". Segunda página. Seguimos leyendo. Un poco más deprisa porque ya es tarde y queremos acabar pronto. Última página. "Ya está. Se ha acabado". Cerramos el cuento y nos disponemos a dar un beso de "buenas noches" a nuestro hijo. Con un mohín en su cara nos dice: "Así no se cuenta". "¿Cómo que así no se cuenta?". Pues no. Francamente, deberíamos esmerarnos un poco. ¿Y si envolvemos la narración con algunos recursos expresivos? ¿Por qué no nos sumergimos en la historia y dejamos fascinado a nuestro hijo con las aventuras que le contemos? ¿Sabemos hacerlo?
Contar un cuento a nuestro hijo es como poner en funcionamiento cientos de piezas de un precioso mecanismo. Somos incapaces de explicar cómo o por qué funciona pero nos maravilla su precisión y compás. Del mismo modo, la conexión que se establece entre un adulto que cuenta un cuento y un niño que lo escucha tiene algo de mágica, pero es difícil explicar cuál es el misterio de esa unión que se establece entre ambos.
Muchos de nosotros somos narradores en potencia y, sin embargo, nos limitamos a leer una y otra vez aquellos cuentos de los que va haciendo acopio nuestro hijo, con un entusiasmo e interés que va decayendo por las dos partes.
Posiblemente esto ocurre porque nos faltan recursos, principalmente expresivos. Porque intuimos que hay algo que va más allá del relato, pero no sabemos qué es ni cómo presentárselo a ese niño que nos mira con la cabeza ladeada, agrandando los ojos y dibujando una inmensa sonrisa, dispuesto a convertirse en héroe, aventurero o mago y esperando que seamos nosotros los que le mostremos cómo hacerlo.
En ese caso, aquí van algunos recursos que, cuando menos, mantendrán viva la ilusión y la atención de vuestro hijo. Para que la próxima vez que os pida "¿me cuentas un cuento?", sintáis que se acerca ese momento maravilloso que estabais esperando.

Conocer o aprenderse el cuento
Antes de que nuestro hijo nos pida que le expliquemos aquel cuento de nuestra infancia que casi no recordamos, o el que le compramos hace unas semanas y que aún no hemos leído, procuremos ponernos al día y repasarlos. Es necesario transmitir un profundo conocimiento del cuento y no interrumpir la narración porque tenemos que releer el texto o detenerla porque no recordamos el final. Debemos tomarnos seriamente el cuento, por muy absurdo que parezca o por muchas repeticiones que haya y, si no nos gusta o no nos parece adecuado, intentar sustituirlo por otro. Dediquemos algunos momentos a leer alguna antología de cuentos tradicionales o leyendas (¡nunca es tarde para refrescar la memoria!) y nuestro hijo agradecerá la variedad y riqueza de cuentos que le podamos contar.

Utilizar un lenguaje adecuado
El tipo de lenguaje empleado al contar un cuento está relacionado con la edad que tiene nuestro hijo, sin embargo, en general, se recomienda que sea un lenguaje caracterizado por la simplicidad y la claridad. Eso servirá para favorecer la comprensión de la historia y evitar el cansancio o incluso el aburrimiento por parte del niño.
Las palabras A los niños de corta edad, es preferible contarles cuentos con un lenguaje adaptado, sustituyendo las palabras que creamos oportunas por otras más sencillas o por explicaciones, siempre y cuando no se trate de las palabras clave del cuento. Por ejemplo, si en un cuento aparece "un portón" lo sustituiremos por "una puerta muy grande"; "abalanzarse sobre" por "echarse encima de"; sin embargo, "la rueca" del cuento de La Bella Durmiente debería ser "la rueca" y no "un pincho", "una máquina para el hilo" o algo por el estilo. Tampoco debemos desaprovechar la ocasión de ampliar su conocimiento del léxico y es más fácil aprender nuevas palabras que están asociadas a algo concreto y que el niño oirá en reiteradas ocasiones, que aprenderlas de forma aislada (¿cuántas palabras no hemos "aprendido" asociadas a personajes de ficción? ¿qué nos sugiere no sólo "rueca" sino "calabaza", "gnomo", "pócima" o "hermanastra"?). Esto último es válido sobre todo a medida que el niño va haciéndose mayor y debe ir ampliando su vocabulario.

La pausa y la entonación Podemos utilizar la pausa y la entonación para mantener el interés y la atención de nuestro hijo. Cuando nos paramos al final de una frase o entre dos palabras, estamos indicando que lo que diremos a continuación tiene un valor o significado especiales. De igual modo, un cambio de entonación indica que aparece un elemento sorpresa que afectará al desarrollo de la historia. Por ejemplo: "la princesa abrió la puerta y entonces… vio a una ¡RANA! en su habitación". O que se ofrece la solución al conflicto que se le ha planteado al protagonista de la historia. Por ejemplo: "...y después de lo que le había pasado... NUNCA MÁS VOLVIÓ A PROBAR LA SOPA".
Las descripciones Las descripciones poco detalladas permiten que el niño deje volar su imaginación. Cuando contamos un cuento, es suficiente con hacer referencia a los rasgos más destacados de los elementos significativos que intervienen en la historia. Nuestro hijo puede completar el resto con su imaginación y nuestra ayuda si es preciso. Por ejemplo es suficiente decir que la bruja es fea (y no hace falta indicar que su espalda está encorvada, que tiene una nariz aguileña, que lleva una capa negra hasta los pies, etc.), o que el castillo es muy grande (y no que tiene un torreón, un puente levadizo y trescientas ventanas). Si nuestro hijo está lo suficientemente interesado en el cuento y no se imagina aquello a lo que hacemos referencia y nos pide más información, debemos proporcionársela. Por ejemplo: - ¿Cómo era la bruja?; - Era una bruja muy vieja y muy fea, que llevaba un sombrero negro acabado en punta; vivía en el bosque en una casa de madera y tenía un gato muy malo.


No interrumpir el desarrollo de la acción
En ocasiones, cuando "eso" de contar cuentos no se nos da del todo mal y disfrutamos con la narración tanto o más que nuestros hijos, corremos el peligro de recrearnos en ella. Eso supone que en vez de presentar los acontecimientos uno detrás de otro, lo que da un ritmo ágil y rápido a la historia, podemos caer en la tentación de interrumpir la acción lineal para introducir acciones secundarias o descripciones detalladas de algún aspecto o personaje no significativo ni relevante para el desarrollo de la historia. Es preferible seguir el hilo de la narración, de esa manera evitaremos aburrir y confundir a nuestro hijo, sobre todo si aún es demasiado pequeño para ver la diferencia entre información principal y secundaria.

Transmitir entusiasmo
Como en tantas otras cosas, debemos intentar transmitir entusiasmo en lo que hacemos. Es cierto que a veces nos decimos "¿y ahora tengo que contar un cuento, que ya he repetido mil veces, después de estar todo el día trabajando y llegar a casa agotado?" Y también es cierto que nuestro hijo notará ese cansancio y ese fastidio si no intentamos superar esa situación con un poco de ánimo. Es importante recordar lo positivo que resulta contar cuentos a menudo a nuestro hijo y la enorme ilusión que eso le supone, luego ¿qué hacer entonces? Podemos empezar simulando que el cuento nos interesa. Seguramente no nos daremos cuenta, pero llegará un momento en que el interés simulado se convertirá en auténtico interés y nuestro esfuerzo inicial nos facilitará la disposición de ánimo que tanto buscábamos.

Despertar interés
Los niños, con pocas excepciones, escuchan mucho más atentamente un cuento contado que un cuento leído. Narrar un cuento permite mucha más espontaneidad que leerlo. Nuestros ojos se encuentran continuamente con los de nuestro hijo, su expresión responde a la nuestra y la relación se estrecha de manera insospechada. En ocasiones necesitamos emplear algunas estrategias para que no se rompa ese encanto o, de romperse, para restablecerlo de inmediato. La mayoría son recursos expresivos, como el uso de pausas y de la entonación, ya comentados. Sin embargo, una forma de despertar el interés de nuestro hijo es incluir su nombre en el relato y darle un papel especial e inesperado en la historia. Por ejemplo: "el lobo dejó a Caperucita en el bosque y se fue corriendo a casa de la abuela, pero por el camino se encontró con Guillermo y se dio un susto tremendo, porque Guillermo era un niño que...".

Repetir el mismo cuento
Si tu hijo quiere que le repitas una y otra vez el mismo cuento, hazlo. A veces los niños piden que se les cuente un cuento concreto porque presenta un conflicto, un protagonista, una situación ideal, etc. que el niño tiene muy presente en ese momento, por eso aconsejamos respetar la elección que haga del cuento que quiere escuchar.
Para aquellos que quieran profundizar más en el tema, recomendamos leer a Ahttp://www.blogger.com/img/blank.gifrthur Rowshan y a Sara Cone Bryant, autores que, en sus obras, dan una serie de consejos prácticos para ser un buen narrador.
Esperamos que con estas indicaciones te animes a contar cuentos e introduzcas novedades en tus versiones. Contar un cuento siempre significa compartir momentos de placer y de alegría con tu hijo.



Elena Roger Gamir
Pedagoga

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