jueves, 30 de agosto de 2012

Pasajero en tránsito. María Teresa Andruetto

¿Para qué escribir, para qué leer, para qué contar, para qué elegir un buen libro en medio del hambre y las calamidades?. Escribir para que lo escrito sea abrigo, espera, escucha del otro. Porque la literatura es todavía esa metáfora de la vida que sigue reuniendo a quien dice y quien escucha en un espacio común, para participar de un misterio, para hacer que nazca una historia que al menos por un
momento nos cure de palabra, recoja nuestros pedazos, acople nuestras partes dispersas, traspase nuestras zonas más inhóspitas, para decirnos que en lo oscuro también está la luz, para mostrarnos que todo en el mundo, hasta lo más miserable, tiene su destello.
Como aquel pintor de la antigua Corea, de quien se dice que pintaba árboles que los pájaros confundían con verdaderos.

Pasajero en tránsito.
María Teresa Andruetto

viernes, 24 de agosto de 2012

EL POETA Y EL MÚSICO EN LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

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elhilodeariadna

EL POETA Y EL MÚSICO EN LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Por: elhilodeariadna

juglarres
Los personajes de la literatura mal llamada infantil y juvenil, corresponden a veces a estereotipos occidentales, que de una u otra forma están tan arraigados en el imaginario de la cultura que en cierta forma nos inducen a aceptar o a rechazar a una persona que, consciente o inconscientemente, relacionamos con un personaje determinado; el caso más concreto es la bruja, y sobre el cual ya escribí un artículo que puede leerse en este blog. Es por ello que hoy haré referencia a dos personajes que a veces pasan desapercibidos en los cuentos de hadas tradicionales, pero que tienen un significado muy importante en nuestra forma de pensar y actuar, por lo cual haré un paralelo entre la literatura china y la occidental.
En la literatura infantil china encontramos dos personajes que adquieren características fantásticas: el poeta y el músico; a diferencia de la literatura occidental donde el poeta y el músico son simples mortales, en la China, por el contrario, pueden convertirse en héroes míticos, lo que les confiere el poder de la inmortalidad y de la eterna juventud:
“- Los poetas, amigo mío, no envejecemos nunca… ¿No recuerdas que nuestros maestros repetían continuamente que los antiguos poetas siguen eternamente vivos?
-Sí, lo recuerdo; pero nunca oí decir que un poeta se haya enriquecido con sus poesías, ni haya llegado a la opulencia.
Y sin embargo, yo debo mi riqueza, mi juventud y mi felicidad a una de mis poesías”. (La Reina del Lago Tung-Ting – Cuento popular chino).
En este cuento el poeta es honrado y respetado, otorgándosele el lugar que nunca debió haber perdido:
“La Reina ordenó que se celebrara un banquete en honor del huésped. Este tuvo que recitar el poema que había escrito en el pañuelo de  la princesa…”.
Esto nos recuerda la vida de las castellanas occidentales, cuando sus jóvenes admiradores, caballeros que estaban al servicio del rey o del señor del castillo, les componían versos para procurarse, por lo menos, una mirada de sus augustas señoras. Pero estos casos eran aislados, por lo general el poeta en Occidente ha sido considerado como un paria de la sociedad, como un mendigo que vaga de pueblo en pueblo en busca de su subsistencia. Al menos esa era la visión que se tenía en la antigua Grecia, como nos lo cuenta Hermann Fränkel:
“… el cantor iba de lugar en lugar. Acudía a muchas puertas extrañas sin saber si se le abrirían. Si era admitido, probablemente permanecería en el umbral, en el lugar de los mendigos, esperando la invitación para sentarse en el salón. Así vemos largo tiempo la mesa de sesiones del palacio real de Itaca por los ojos de Ulises y desde la perspectiva del umbral. En gratitud por la hospitalidad, el cantor debía plegarse a cualquier indicación del amo y sus huéspedes para divertir a los comensales” (Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica, de Hermann Fränkel ).
Sin embargo, el poeta o cantor, como es lógico suponerlo, debía sentirse bastante humillado, puesto que estaba consciente de su superioridad intelectual frente al rey que lo acogía en su palacio. Al igual que Ulises, los poetas eran viajeros que habían recorrido el mundo conocido hasta entonces, habiendo aprendido otras formas de pensar y de ver la realidad. Para asegurar su sustento, al menos durante unos días, era necesario que el interés de la audiencia por el tema que estaba siendo cantado no decayera, de lo contrario el poeta debía alejarse del lugar y buscar otro sitio para ser acogido. De ahí la enorme extensión de los cantos épicos y la libertad que se tenía para alterar el texto, sobre todo en la épica no escrita: interpolaciones, olvidos aparentes o recreaciones del texto anterior.
Hermann Fränkel hace alusión a un investigador bosnio de nombre Murko, quien realizó un trabajo de campo, en los albores del siglo XX, con los cantores de su tierra, habiendo descubierto que estos hombres dominaban en promedio 30 o 40 cantos, en algunos casos hasta 140. Y cada canto podía tener una duración de tres horas, llegando incluso a las 7 y 8 horas, dependiendo hasta que punto el cantor hubiera logrado captar la atención del público, podía alargar o acortar una recitación. Por lo tanto, el material siempre era reinterpretado, nunca era narrado mecánicamente. Según Fränkel los cantores homéricos actuaban de la misma forma.
En la Europa Medieval son los juglares que recorrían los feudos, cantando y contando los últimos sucesos acaecidos en remotas tierras, los que reemplazaron a los antiguos cantores helenos. Al igual que los antiguos griegos, la sociedad medieval miraba con menosprecio la actividad del juglar. No obstante, en Occitania el trovador gozó de todos los honores, ya que la reina Leonor, fiel a la memoria de su abuelo Guillermo IX, el trovador, instauró las cortes de amor, lo que muy pronto dio lugar a un género literario conocido como el amor cortés; siendo María de Francia, con sus Lais, una de sus principales representantes. Pero este caso no deja de ser la excepción que confirma la regla. Puesto que el poeta ha sido siempre visto como un paria, un pobre loco o un soñador.
Más recientemente, en el siglo XIX, los poetas fueron considerados “malditos”, como fue el caso de los poetas simbolistas: Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, o encarcelados como Verlaine. Los poetas, por salirse de todos los convencionalismos de la época victoriana, eran condenados al ostracismo social y a la vejación. La cárcel también fue el castigo social que se le impuso al novelista Oscar Wilde, cuyo único delito fue haber amado con locura a un hombre más joven que él.
Tanto los cantores griegos, como los juglares, siempre acompañaban sus narraciones épicas con música. Es el caso de “El señor de los Anillos”, donde la narración épica, hecha canción, tiene una importancia primordial. A todo lo largo de la obra se narran acciones por medio de este género literario, y las canciones más hermosas son cantadas en la lengua de los elfos, de quienes se dice que son los creadores de las palabras antiguas.
Este aspecto también lo encontramos en otro cuento chino “Los Crisantemos Verdes”. En este cuento el músico también es poeta y como los juglares europeos cumplía una doble función: entretener con hermosas canciones (poesía y música), e informar sobre los últimos acontecimientos que se habían desarrollado en algún lugar del inmenso territorio: “- Ese músico es merecedor de gran consideración”.
Este aspecto de la literatura infantil china es importante, puesto que generalmente en la literatura occidental quienes logran ser reconocidos por la sociedad, son los mercaderes, banqueros o hijos de príncipes; pero rara vez personajes de origen humilde. En cuanto a los personajes que deciden no ejercer un oficio que les procure dinero y poder, como son el ejercicio de la poesía y de la música, son prácticamente inexistentes, aunque no hay que olvidar e hermoso cuento de “El flautista de hamelín”; pero recordemos que al final, y después de haber ahogado a todas las ratas que asolaban el pueblo, el flautista terminó por llevarse a los niños, como represalia por no haber sido pagado por su trabajo. Es decir, se le desconoció el trabajo realizado, ya que los personajes del pueblo no reconocieron su oficio de músico, más bien lo equipararon a un vago, léase un paria de la sociedad; contrario al imaginario chino, donde el poeta y el músico gozan de prestigio y respeto.

domingo, 19 de agosto de 2012

CERVANTESVIRTUAL

http://blog.cervantesvirtual.com/

sábado, 18 de agosto de 2012

El futuro del mundo

El futuro del mundo pende del aliento de los niños que van a la escuela.


El Talmud

miércoles, 1 de agosto de 2012

Despacito y con buena letra

Despacito y con buena letra

Las nuevas tecnologías han desterrado la caligrafía

Ya apenas se escribe a mano un apunte, una firma bancaria

Pero la escuela garantiza su supervivencia

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Es importante escribir a mano en las primeras fases de la edad. / SANTI BURGOS
Los alemanes dieron el grito de alarma: la caligrafía que alimentó la poesía de Rilke perece a mano de los ordenadores y los teléfonos inteligentes. Un estudio que citaba el diario Bild afirmaba que “uno de cada tres adultos no ha escrito nada a mano en los últimos seis meses”. A la pereza manual contribuye que un 79% de los hogares alemanes dispone de ordenador y que la venta de móviles ya es una estadística imparable.
Escribir a mano es bueno para el cerebro, dicen los expertos. En medio de aquella alarma alemana, un eminente psiquiatra, Manfred Pitzer, comentó que “la escritura es fundamental para fomentar la coordinación y las habilidades manuales”. Y su ejercicio periódico resulta esencial para la actividad cerebral.
Al tiempo que se producía esa alarma en Alemania, un periodista, Luis Martín, de EL PAÍS, realizaba una curiosa encuesta entre los seleccionados españoles que disputaban la Eurocopa. Entre las preguntas, Martín inquiría a cada uno de los futbolistas qué tal andaban de caligrafía. Extrañaba la pregunta, en un universo que cada vez se aleja más de la escritura básica, sustituida en todo el mundo por la amañada perfección de la industria. Luis incluyó esa pregunta en su excéntrico cuestionario porque su abuelo, el zapatero José Martín Díaz de Losada, solía decirle: “Tú que tienes buena letra, vete a comprar el vino”.
Según un estudio, 
uno de cada tres 
adultos no ha cogido un lápiz en seis meses
Todos los seleccionados serían capaces, a los ojos de este abuelo, de ir a comprar el vino. El periodista, que cubre el Barça, da fe. “Iniesta tiene una letra de trazo largo, como su juego, escribe bien... Xavi tiene una letra redondita, buenísima. Pedrito es muy legible, su letra es chiquita. Y la de Piqué es alargada, como él”.
Fuera del fútbol, ¿hay motivo para alarmarse en España? ¿Estamos aquí tan secuestrados por los ordenadores como para decir que la caligrafía se muere? José Manuel Pérez Carrera, catedrático de instituto, fundador de la Asociación de Profesores de Español, apacigua las alarmas. Los niños siguen practicando la escritura a mano en las escuelas y no es cierto que todo esté dominado por el lenguaje sincopado de la red digital y los móviles. Los adolescentes que ya han accedido a esos instrumentos “aprendieron a escribir de pequeños”.
Cuando los chicos empiezan a escribir en ordenadores o en móviles “ya tienen 12 años y dominan la escritura; así que cuando tienen que hacer un examen procuran una escritura legible. El que aprendió bien a escribir sigue escribiendo bien”.
Esta práctica fomenta la coordinación y las habilidades manuales
¿Así que no hay riesgo de que la caligrafía descarrile? “El ordenador es una tentación muy grande; te permite corregir automáticamente y te produce la sensación de que está bien lo que has hecho. Pero la caligrafía es, para los adultos, un signo de distinción; es como la presentación de tu personalidad”.
Pero sí se pierde la escritura a mano, aunque cuando se ejerza sea legible e incluso elegante. “Ahora han venido mis nietos de un campamento de inglés”, dice Pérez Carrera, “y me han contado que en ese sitio solo se recibió una carta manuscrita en 15 días. Y fue una carta de la bisabuela de mis nietos. Cincuenta chicos, ni una carta”.
La escritura era el espejo del alma. Y es el reflejo de la personalidad, dice el académico Francisco Rico, que ha buceado en la caligrafía de Cervantes o de Petrarca. “Pero no es tan significativa, no te creas. Hay grupos que escriben con la misma letra que aprendieron juntos en el colegio. Yo he podido recibir cartas que he atribuido a mi mujer pero que era de otra porque todas las que estudiaron en el Sagrado Corazón de Jesús tienen la misma caligrafía”. En los tiempos de la escritura tecnológica, por otra parte, se pierde la necesidad de la mano y esta puede ser cada vez más torpe, concede el profesor Rico. “Yo empiezo a no saber escribir o escribir cada vez peor materialmente”.

Un amanuense de metáforas

ANTÓN CASTRO
La caligrafía es la búsqueda de la belleza a través de la expresión escrita. La caligrafía se hace con lentitud, con voluntad de perfección, con concentración y con un afán estético. En la escritura caligráfica uno quiere dar lo mejor de sí mismo con plena conciencia. Y se hace con una especial delectación: el calígrafo (y todos somos calígrafos de alguna manera en algún momento de nuestra vida) disfruta, percibe una sensación placentera en esa relación entre la mano, el papel, la tinta y lo que se quiere decir. El calígrafo, por ese acto de suprema concentración o abstracción, reflexiona, ordena el pensamiento, se ofrece al otro: a quien le vaya a leer.
Desde muy joven me he sentido seducido por la caligrafía de algunos escritores: los poemas de Neruda y sus cartas de amor a Albertina Azócar, la caligrafía tan particular y arborescente de Juan Ramón Jiménez y de Cela (conservo fragmentos de La familia de Pascual Duarte), las cartas de Vicente Aleixandre a los poetas aragoneses. Y digo a los poetas aragoneses porque las vi, las leí, las acaricié: a Luciano Gracia, a Julio Antonio Gómez, a José Antonio Labordeta, a Miguel Labordeta, a Guillermo Gúdel... Aleixandre expresó hace años algo que siempre había intuido: se había quedado ciego, poco después del Nobel, y dijo que no podía escribir poesía porque el verso también le brotaba de la relación que se establecía en su mente y en su cuerpo entre la mano que acaricia el papel, el bolígrafo y el cuaderno, algo que ya no podía hacer y que por eso, por esa falta de contacto físico y de percepción de la caligrafía por la ceguera, ni podía escribir ni podía soñar poemas.
Una de las cosas que hago con más cariño y lentitud por lo regular es la dedicatoria de los libros. Busco mi mejor caligrafía, y eso quiere decir mi máxima paciencia también, pienso en el otro, pienso en cómo es y pienso en qué mensaje quiero dejarle ahí para siempre. Y en ese instante, tengo la sensación de que soy un calígrafo que sueña, que envía una carta especial, que fija un discurso de pensamiento y de imágenes. Asocio la caligrafía a la beldad, a la claridad, al amor a las pequeñas cosas, a la artesanía. El calígrafo es un amanuense de metáforas.
Antón Castro es poeta y periodista.
La caligrafía queda más reservada a borradores, notas, apuntes, “una obra literaria se pasa directamente al ordenador”. La caligrafía se usa, denuncia el estudioso del Quijote, “para firmar cheques y tarjetas de crédito, así que es evidente la decadencia de la caligrafía, algo que supone en cierto modo una difuminación de la identidad”. Su colega, el también académico Salvador Gutiérrez, ve síntomas de descuido. “Estamos sustituyendo la escritura manual por el dedo pulgar. ¿Las consecuencias? No son previsibles. Lo importante es que se siga usando la mano en las primeras fases de la edad. Lo cierto es que la buena caligrafía refleja orden, y no solo en la escritura, sino orden para resolver los problemas de la vida. Una buena escritura manual augura un mejor porvenir. Y por supuesto el orden de la escritura evita el caos. La caligrafía es el orden en la página, la letra triunfa en la lucha entre el orden y el caos”.
Frente a esa decadencia surge con fuerza la tipografía; “las fuentes tipográficas suplen con su diversidad el uso de una determinada caligrafía”. Rico se distingue por el uso de la Courier, y explica con un chiste su desdén por la Tahoma: “Llega la Tahoma a un bar, y le dice el camarero: ‘Aquí no servimos a tipos como usted...”.
Pero la caligrafía sobrevivirá, al menos como memoria, “porque siempre se aprenderá a leer y a escribir con lo manual”.
Decían los viejos que despacio se escribe la buena letra. El refrán ya sirve para el pasado. Pero el diseñador Manuel Estrada cree que habrá una resurrección de la caligrafía. “Ahora parece que si no abrevias no estás en la modernidad. Y volverá la escritura a mano como expresión de la personalidad. Produce placer y comunica quién eres. Yo no dejo de escribir a mano. Todos aprendemos a dibujar, y el dibujo es escritura. Si no sabes escribir no sabes dibujar, y las conexiones neuronales reclaman el uso de la mano para dibujar, para escribir, para pensar. Que una civilización pierda la capacidad de escribir a mano no es un signo de modernidad sino de decadencia”.
La escritura es una obra de arte, dice el pintor José Luis Fajardo, que usa la palabra en muchos de sus cuadros. Como Cy Twombly, como Manolo Millares... “Cuando surgió el invento de Gutenberg se dijo que la caligrafía iba a morir, y mira cómo sigue, tan campante. No tienes sino que ver a los grafiteros...”.
La escritura manual distingue a la gente, como su palabra o como su ropa. Salvador Espriu, cuenta su editor, Josep Maria Castellet, “era meticuloso, limpio, iba bien vestido, con las uñas arregladas, con corbata... Así eran los textos que entregaba, pulcros y definitivos. Los de Castilla del Pino eran igualmente pulcros, con una letra minúscula que teníamos que leer con lupa... Josep Pla escribía en sus cuadernos como si fuera árabe, empezando desde atrás, una letra pequeña, siempre con estilográfica. Pla era Pla también en esa manera de escribir”.
El que aprendió bien 
a escribir, sigue escribiendo bien”
Josefina Martínez, la viuda de Emilio Alarcos, el poeta, profesor y académico, presentó recientemente en la UIMP, en Santander, una joya caligráfica de su marido. Notas inéditas al Cancionero inédito de A. S. Navarro. Eran poemas escritos por un supuesto escritor que él mismo criticaba con humor y audacia. Fue escribiendo el cuaderno, siempre con la misma letra, minúscula pero muy legible, desde 1940 a 1946. Ella conoció el cuaderno en 1969, cuando era su alumna. El cuadernito, pulcro e íntimo como una colección privada, ahora es un facsímil, que la editorial Visor ha acompañado con la transcripción del poemario y las suculentas reflexiones de Alarcos, en una edición preparada por José Luis García Martín. “Lo extraordinario es que él, que murió en 1998, a los 75 años, conservó siempre esa letra, una letra muy madura de alguien que la había adiestrado desde párvulo. Hermosa, clara, de una persona que no tenía dobleces. Con los márgenes cuidados, reflejo de un orden mental perfecto y transparente”.
Así era José Saramago, el Nobel portugués, como autor de manuscritos. Él escribió a finales de los años setenta un libro, Manual de pintura y caligrafía, que tiene una curiosa historia escolar. La cuenta su viuda, Pilar del Río: “Tanto él como su editorial portuguesa se sorprendieron por el volumen de libros solicitados por países africanos (Angola, Mozambique) de un autor entonces desconocido. ¡Los libros habían sido repartidos por escuelas como cuadernos de aprendizaje de la buena letra!”.
La caligrafía es espejo del alma y reflejo 
de la personalidad”
En realidad, la historia de ese Manual es la de un pintor mediocre “que descubre que necesita palabras para llegar adonde no llega con la pintura...”. Él tenía muy buena letra, por cierto. “Era una letra cuidada, redonda, legible, perfecta: cuidar el diseño de las letras era tal vez el primer paso para cuidar las palabras, la expresión de las ideas”.
Es lo que piensa Andrés Trapiello, escritor y bibliógrafo, que mira entre las letras para descubrir tesoros. “En escribir”, dice, “hay algo de musical. Sobre el teclado, parecemos un pájaro carpintero, percutiendo las letras; con la pluma, el boli o el lápiz, parece que el papel respirase, se le oye como un aliento”. Como editor que ha sido ha visto de todo. ¿Cuenta tanto la escritura de un manuscrito a la hora de empezar a evaluarlo? “El secreto de todo, a mi modo de ver, es no afectarse: ni presumir de desaliñado, ni de pendolista. Aunque, qué duda cabe, nuestra letra dice mucho de cada uno de nosotros, pero a menudo engaña. Así que es mejor no sacar conclusiones, como tampoco de los zapatos que llevamos puestos. Nuestra letra es como los zapatos, lo importante es que sean cómodos y nos lleven lejos. Si pueden ser bonitos y estar limpios además, mejor; pero si no, tampoco importa. Y, por cierto, la letra, como los zapatos, acaba llenándose de bultos, ¿y por eso vamos a cambiarla, cuando más cómoda nos resulta?”.
Trapiello cree que “importa el pie, no el zapato, y el espíritu de la letra, no la letra”.
Nabokov veía en las letras colores diferentes. Ahora la escritura avanza hacia la igualación; el cerebro se queja, dicen los expertos, porque se ha adiestrado en recibir mensajes de la mano cuando esta avanza en silencio sobre el papel. Pero no hay que preocuparse, dice Rico. “Siempre veremos a Cristo escribiendo con el dedo sobre la arena. Esa escritura manual es insustituible y lo será siempre. Y la seguirán aprendiendo los chicos en la escuela”. Ya no se borra.