Mi 'show business' por el asombro de un niño
Por: Elisa Silió 04/02/2012http://www.blogger.com/img/blank.gif
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Hace año y medio el exitoso guionista y productor John Stephens (1973) dejó la televisión. Y todo para centrarse en la literatura infantil de la que tanto ha disfrutado en sus casi 40 años. "Trabajaba en Gossip Girl y un día que salía de los remolques de los actores en Nueva York siete adolescentes con cámaras me preguntaron: ¿eres alguien? Y me dije, basta tienes que dejar este show business. Me cuestioné la existencia", cuenta. Así que Stephens ya no vive en la cool ciudad de los rascacielos. sino en California donde da vueltas a la segunda parte de su trilogía Books of the Beginning, en la línea de clásicos como Las Crónicas de Narnia. El atlas esmeralda, su primer volúmen, lo publica Montena en España.
Quién mejor que Stephens para comparar las ficciones televisivas y la literatura. Se sorprendió al encontrar más similitudes de las que esperaba. "Un show tiene que durar 42,5 minutos, un formato muy estricto y ante un libro dices: 'por fin la libertad'. Pero, aunque cuentes con más tiempo, los principios básicos de necesidades dramáticas se aplican siempre. Hay lo que llamo 'el hilo de la necesidad'. Te puedes expandir hablando de sus emociones, pero no puede haber divagaciones sin sentido".
A los personajes de un lado y otro arte les une también la necesidad de un deseo, "porque es es lo que crea el drama". La televisión le enseñó a fraccionar. "Cada temporada tiene de 24 a 26 capítulos y hay que saber a dónde quieres llegar e ir creando pequeños clímax. Y eso pasa con los capítulos de los libros. En Las chicas Gilmore aprendí a hacer de lo pequeño e íntimo, una pelea con tu madre, algo grande, y de lo grande, una muerte, algo pequeño. Y eso pasa en El atlas: una aventura fantástica y la relación entre los hermanos".
Con Gossip Girls a sus espaldas uno imagina a Stephens escribiendo un libro desenfadado para adolescentes obsesionadas con el lujo y la moda, en la línea de Monster High o Ghost Girl, pero nada más lejos de la realidad. El átlas está poblado de brujas, ogros y enanos en un reino perdido y siniestro en el que se adentran tres hermanos en busca de un libro mágico. "Grabando Las chicas Gilmore se habló de escribir un libro así, pero con hacer los guiones ya tenía suficiente. Así que se lo ofrecieron a otro", recuerda.
El dominio televisivo de las estructuras narrativas ha permitido a un escritor novel a atreverse con un argumento con saltos en el tiempo. "Muchas veces me he preguntado: ¿por qué lo he hecho? Te retuerce la mente. En mi oficina tengo desplegado un croquis en el que apuntaba cada vez que uno de los personajes volvía de un viaje uno para que todo encajase". Stephens diferencia tres tipos de viajes. "La teoría múltiple: cada vez que vuelves creas una nueva línea en el tiempo; la que aparece en El prisionero de Azerbayán, en la que cuando retornas sigues la misma línea temporal, y la tercera, que he usado yo, que es como en Regreso al futuro. Hay un único río y cada vez que vuelves cambias el curso de la historia totalmente. Sólo el que sufre el viaje recuerda lo anterior, al resto se les borra la memoria".
Stephens abandonó el show business sin jugársela, tras haber pasado los últimos años escribiendo de madrugada y sin contarlo. Tan sólo su mujer sabía qué se traía entre manos. El atlas fue muy bien recibido por las editoriales, tanto que arrasó en la Feria del Libro Infantil de Bolonia antes de haberse publicado en Estados Unidos: los derechos se vendieron a 36 lenguas. "Le dije a mi editor: '¿Qué es Bolonia?'. Desconocía que es la feria de libro infantil más importante del mundo".
Pese a que El atlas, de gran calidad, fue libro Amazon de abril, y arrancó como 4º en ventas en su país su repercusión no ha sido tanta como la esperada. En otoño saldrá en Estados Unidos el segundo volúmen. "Habrá más personajes y sentimientos. Será divertido, en otra parte del mundo, una historia bifurcada, sin tantos viajes en el tiempo". Y, como superventas que se precie, merodean las grandes productoras de cine. "Si vendes los derechos pierdes el control y hay tantísimos ejemplos de películas horrorosas... La película de Eragon destruyó el libro, Stephenie Meyer recompró los derechos… No los cederemos hasta que el segundo tomo. De esa forma tendríamos más poder y responsabilidad". El guión, claro, suyo.
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