http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2012/08/20/el-poeta-y-el-m%C2%B4jusico-en-la-literatura-infantil-y-juvenil/
Los personajes de la literatura mal llamada infantil y juvenil, corresponden a veces a estereotipos occidentales, que de una u otra forma están tan arraigados en el imaginario de la cultura que en cierta forma nos inducen a aceptar o a rechazar a una persona que, consciente o inconscientemente, relacionamos con un personaje determinado; el caso más concreto es la bruja, y sobre el cual ya escribí un artículo que puede leerse en este blog. Es por ello que hoy haré referencia a dos personajes que a veces pasan desapercibidos en los cuentos de hadas tradicionales, pero que tienen un significado muy importante en nuestra forma de pensar y actuar, por lo cual haré un paralelo entre la literatura china y la occidental.
En la literatura infantil china encontramos dos personajes que adquieren características fantásticas: el poeta y el músico; a diferencia de la literatura occidental donde el poeta y el músico son simples mortales, en la China, por el contrario, pueden convertirse en héroes míticos, lo que les confiere el poder de la inmortalidad y de la eterna juventud:
“- Los poetas, amigo mío, no envejecemos nunca… ¿No recuerdas que nuestros maestros repetían continuamente que los antiguos poetas siguen eternamente vivos?
-Sí, lo recuerdo; pero nunca oí decir que un poeta se haya enriquecido con sus poesías, ni haya llegado a la opulencia.
Y sin embargo, yo debo mi riqueza, mi juventud y mi felicidad a una de mis poesías”. (La Reina del Lago Tung-Ting – Cuento popular chino).
En este cuento el poeta es honrado y respetado, otorgándosele el lugar que nunca debió haber perdido:
“La Reina ordenó que se celebrara un banquete en honor del huésped. Este tuvo que recitar el poema que había escrito en el pañuelo de la princesa…”.
Esto nos recuerda la vida de las castellanas occidentales, cuando sus jóvenes admiradores, caballeros que estaban al servicio del rey o del señor del castillo, les componían versos para procurarse, por lo menos, una mirada de sus augustas señoras. Pero estos casos eran aislados, por lo general el poeta en Occidente ha sido considerado como un paria de la sociedad, como un mendigo que vaga de pueblo en pueblo en busca de su subsistencia. Al menos esa era la visión que se tenía en la antigua Grecia, como nos lo cuenta Hermann Fränkel:
“… el cantor iba de lugar en lugar. Acudía a muchas puertas extrañas sin saber si se le abrirían. Si era admitido, probablemente permanecería en el umbral, en el lugar de los mendigos, esperando la invitación para sentarse en el salón. Así vemos largo tiempo la mesa de sesiones del palacio real de Itaca por los ojos de Ulises y desde la perspectiva del umbral. En gratitud por la hospitalidad, el cantor debía plegarse a cualquier indicación del amo y sus huéspedes para divertir a los comensales” (Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica, de Hermann Fränkel ).
Sin embargo, el poeta o cantor, como es lógico suponerlo, debía sentirse bastante humillado, puesto que estaba consciente de su superioridad intelectual frente al rey que lo acogía en su palacio. Al igual que Ulises, los poetas eran viajeros que habían recorrido el mundo conocido hasta entonces, habiendo aprendido otras formas de pensar y de ver la realidad. Para asegurar su sustento, al menos durante unos días, era necesario que el interés de la audiencia por el tema que estaba siendo cantado no decayera, de lo contrario el poeta debía alejarse del lugar y buscar otro sitio para ser acogido. De ahí la enorme extensión de los cantos épicos y la libertad que se tenía para alterar el texto, sobre todo en la épica no escrita: interpolaciones, olvidos aparentes o recreaciones del texto anterior.
Hermann Fränkel hace alusión a un investigador bosnio de nombre Murko, quien realizó un trabajo de campo, en los albores del siglo XX, con los cantores de su tierra, habiendo descubierto que estos hombres dominaban en promedio 30 o 40 cantos, en algunos casos hasta 140. Y cada canto podía tener una duración de tres horas, llegando incluso a las 7 y 8 horas, dependiendo hasta que punto el cantor hubiera logrado captar la atención del público, podía alargar o acortar una recitación. Por lo tanto, el material siempre era reinterpretado, nunca era narrado mecánicamente. Según Fränkel los cantores homéricos actuaban de la misma forma.
En la Europa Medieval son los juglares que recorrían los feudos, cantando y contando los últimos sucesos acaecidos en remotas tierras, los que reemplazaron a los antiguos cantores helenos. Al igual que los antiguos griegos, la sociedad medieval miraba con menosprecio la actividad del juglar. No obstante, en Occitania el trovador gozó de todos los honores, ya que la reina Leonor, fiel a la memoria de su abuelo Guillermo IX, el trovador, instauró las cortes de amor, lo que muy pronto dio lugar a un género literario conocido como el amor cortés; siendo María de Francia, con sus Lais, una de sus principales representantes. Pero este caso no deja de ser la excepción que confirma la regla. Puesto que el poeta ha sido siempre visto como un paria, un pobre loco o un soñador.
Más recientemente, en el siglo XIX, los poetas fueron considerados “malditos”, como fue el caso de los poetas simbolistas: Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, o encarcelados como Verlaine. Los poetas, por salirse de todos los convencionalismos de la época victoriana, eran condenados al ostracismo social y a la vejación. La cárcel también fue el castigo social que se le impuso al novelista Oscar Wilde, cuyo único delito fue haber amado con locura a un hombre más joven que él.
Tanto los cantores griegos, como los juglares, siempre acompañaban sus narraciones épicas con música. Es el caso de “El señor de los Anillos”, donde la narración épica, hecha canción, tiene una importancia primordial. A todo lo largo de la obra se narran acciones por medio de este género literario, y las canciones más hermosas son cantadas en la lengua de los elfos, de quienes se dice que son los creadores de las palabras antiguas.
Este aspecto también lo encontramos en otro cuento chino “Los Crisantemos Verdes”. En este cuento el músico también es poeta y como los juglares europeos cumplía una doble función: entretener con hermosas canciones (poesía y música), e informar sobre los últimos acontecimientos que se habían desarrollado en algún lugar del inmenso territorio: “- Ese músico es merecedor de gran consideración”.
Este aspecto de la literatura infantil china es importante, puesto que generalmente en la literatura occidental quienes logran ser reconocidos por la sociedad, son los mercaderes, banqueros o hijos de príncipes; pero rara vez personajes de origen humilde. En cuanto a los personajes que deciden no ejercer un oficio que les procure dinero y poder, como son el ejercicio de la poesía y de la música, son prácticamente inexistentes, aunque no hay que olvidar e hermoso cuento de “El flautista de hamelín”; pero recordemos que al final, y después de haber ahogado a todas las ratas que asolaban el pueblo, el flautista terminó por llevarse a los niños, como represalia por no haber sido pagado por su trabajo. Es decir, se le desconoció el trabajo realizado, ya que los personajes del pueblo no reconocieron su oficio de músico, más bien lo equipararon a un vago, léase un paria de la sociedad; contrario al imaginario chino, donde el poeta y el músico gozan de prestigio y respeto.
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